Parque Nacional - Chaco
Recursos Culturales
Cualquier lugar que sea visitado con afán turístico o de cualquier otra
índole encierra de por sí un interés cultural muy grande. Cada sitio tiene
historia, por más pequeño y poco importante que sea desde el punto de vista
poblacional o económico. Allí, en esa tierra, hay seguramente cenizas de
hombres que han pisado ese suelo y cada uno de ellos, en sus años de vida, creó
cosas, fabricó objetos elementales para su supervivencia, cazó animales, sufrió
enfermedades que habrá intentado mitigar de alguna forma, rezó a algún dios,
festejó o celebró hechos de su vida y murió un día. Esto se hace más evidente
cuando esas personas dejaron vestigios de su andar por el mundo, ya sea bajo la
forma de armas, utensilios, construcciones, modificaciones en el terreno o
cualquier otro elemento.
Si se acepta la teoría del ingreso del hombre a América a través del actual estrecho de Behring, en la zona que hoy ocupa el Parque Nacional Chaco hubo habitantes desde hace varios miles de años. Si bien las opiniones de los arqueólogos están divididas respecto de la época en que se produce ese ingreso, muchos toman como válida la que transcurre entre los 15.000 y 20.000 años AP. Teniendo en cuenta el gradual desplazamiento poblacional hacia el sur, los restos paleontológicos y arqueológicos indicarían que el territorio argentino fue ocupado desde hace unos 10.000 a 12.000 años y aún más (hay dataciones de restos líticos en Santa Cruz de 12.800 años de antigüedad) (Aschero, C., 2000). La ocupación paulatina de nuestro hemisferio es un tema de estudio complejo que escapa al tenor de este trabajo. Sólo comentaremos que algunos grupos étnicos pasaron de largo por estas latitudes, o se quedaron poco tiempo, en tanto otros se radicaron paulatinamente hasta formar distintas entidades. Considerados en forma conjunta, podemos decir que se trataba de grupos nómades o seminómades, cazadores de pequeños animales y recolectores. A ellos agregaron, poco a poco, grupos amazónicos de agricultores itinerantes (arawakos y guaraníes) y pueblos de procedencia andina, que dejaron sus aportes culturales. En la zona de lo que hoy es territorio chaqueño habitaba una extensa familia lingüística conocida como Guaycurú, proveniente de la Patagonia. Los grupos que pueden considerarse integrantes de esta familia son los abipones, los mbayáes, los payaguaces, los mocovíes, los tobas y los pilagáes (Canals Frau, 1986).
Estos pueblos permanecieron en la zona hasta tiempos relativamente recientes. Los mbayáes y payaguáes se ubicaron bastante más al norte del actual territorio argentino. Los abipones, que estuvieron hasta tiempos más próximos, también se desplazaron hacia otros territorios. Así, los que más perduraron, incluso hasta nuestros días, en la región del chaco húmedo –donde se ubica el Parque Nacional– son los mocovíes, los tobas, los pilagáes y los matacos o wichís. Si bien tienen caracteres peculiares, estos pueblos comparten un rasgo importante en lo que respecta a su forma de subsistencia: fueron cazadores, pescadores y recolectores.
Si se acepta la teoría del ingreso del hombre a América a través del actual estrecho de Behring, en la zona que hoy ocupa el Parque Nacional Chaco hubo habitantes desde hace varios miles de años. Si bien las opiniones de los arqueólogos están divididas respecto de la época en que se produce ese ingreso, muchos toman como válida la que transcurre entre los 15.000 y 20.000 años AP. Teniendo en cuenta el gradual desplazamiento poblacional hacia el sur, los restos paleontológicos y arqueológicos indicarían que el territorio argentino fue ocupado desde hace unos 10.000 a 12.000 años y aún más (hay dataciones de restos líticos en Santa Cruz de 12.800 años de antigüedad) (Aschero, C., 2000). La ocupación paulatina de nuestro hemisferio es un tema de estudio complejo que escapa al tenor de este trabajo. Sólo comentaremos que algunos grupos étnicos pasaron de largo por estas latitudes, o se quedaron poco tiempo, en tanto otros se radicaron paulatinamente hasta formar distintas entidades. Considerados en forma conjunta, podemos decir que se trataba de grupos nómades o seminómades, cazadores de pequeños animales y recolectores. A ellos agregaron, poco a poco, grupos amazónicos de agricultores itinerantes (arawakos y guaraníes) y pueblos de procedencia andina, que dejaron sus aportes culturales. En la zona de lo que hoy es territorio chaqueño habitaba una extensa familia lingüística conocida como Guaycurú, proveniente de la Patagonia. Los grupos que pueden considerarse integrantes de esta familia son los abipones, los mbayáes, los payaguaces, los mocovíes, los tobas y los pilagáes (Canals Frau, 1986).
Estos pueblos permanecieron en la zona hasta tiempos relativamente recientes. Los mbayáes y payaguáes se ubicaron bastante más al norte del actual territorio argentino. Los abipones, que estuvieron hasta tiempos más próximos, también se desplazaron hacia otros territorios. Así, los que más perduraron, incluso hasta nuestros días, en la región del chaco húmedo –donde se ubica el Parque Nacional– son los mocovíes, los tobas, los pilagáes y los matacos o wichís. Si bien tienen caracteres peculiares, estos pueblos comparten un rasgo importante en lo que respecta a su forma de subsistencia: fueron cazadores, pescadores y recolectores.
Actualmente, la población aborigen de la provincia del Chaco es de unas
35.000 personas. Los mocovíes ocupan varios asentamientos como Tolderías, Villa
Ángela, San Bernardo y La Tigra. Los wichís habitan las márgenes de los ríos
Bermejo y Teuco y las principales comunidades están en El Sauzalito, Misión
Nueva Pompeya, Tres Pozos, Fortín Belgrano y otros. Los más numerosos son los
tobas (unas 50.000 personas), que ocupan algunas tierras fiscales en los
alrededores de los centros urbanos y en algunas misiones religiosas.
El primer europeo en arribar a la zona fue el español Sebastián Gaboto
en 1528, aunque por algunos documentos se presume que pudo haber estado antes
el capitán portugués don Alejo García, y que 40 años después fue explorada en
forma más pormenorizada por el capitán Juan Gregorio Bazán. Luego, estos
territorios fueron menos explorados que otros por las dificultades propias del
terreno y por la tenaz resistencia a la invasión que oponían los primitivos
habitantes.
La mayor inquietud de los colonizadores era conocer el curso de los ríos
Bermejo, Pilcomayo y sus afluentes para evaluar su navegabilidad. Con tal fin,
el coronel José Arenales, alrededor del año 1830, navegó el río Bermejo y en
1833 escribió un detalle de las zonas recorridas que publicó en Montevideo en
1850.
Anteriormente, Pablo Soria había navegado el mismo río en bote hasta su
unión con el río Paraguay, donde fue capturado por el dictador paraguayo
Francia desde 1826 a 1831. Luego, Soria también escribe sus crónicas de este
viaje. Otra exploración relevante fue la que realizó en 1854 el norteamericano
Thomas J. Page, quien recorrió ampliamente el río Bermejo y sus márgenes para
luego también escribir sus experiencias en una obra que tituló “La
Confederación Argentina y el Paraguay”.
El río Pilcomayo fue tal vez más explorado que el Bermejo, destacándose
la expedición del coronel Jorge Fontana, que pretendía encontrar a su
predecesor, el francés A. Crevaux.
Podría decirse que la más trascendente de todas las expediciones fue la
que Benjamín Victorica realizó en 1884, con el fin de terminar con la belicosa
resistencia de los grupos nativos que defendían a ultranza sus territorios. En
esta expedición iban científicos de distintas disciplinas que elaboraron un
informe general muy completo sobre los detalles del lugar.
Entre los viajeros célebres que realizaban expediciones con fines
exploratorios, en las que siempre estaba presente la inquietud científica y el
afán de desentrañar las costumbres y formas de vida de los lugares que
visitaban, se destaca la presencia en la zona chaqueña del francés Alcide
D’Orbigny, del inglés William Mac Cann, que escribe sus vivencias en el libro
que tituló “Viaje a Caballo por las Provincias Argentinas”, de excelente
contenido, de Jules Huret, otro viajero que nos dejó interesantes relatos, y
uno de los precursores de la ornitología argentina, don Félix de Azara, cuyos
relatos y descripciones de nuestras aves han servido de base para el estudio de
las mismas.
Estaría incompleta esta reseña histórica si no hiciéramos mención a la
etapa siniestra en la que se explotaron nuestros principales bosques de
quebracho colorado con total desaprensión y sin reparar en las consecuencias
ecológicas, con repercusión económica, que iba a producir la no reforestación
de los montes. Esto ocurría hacia fines del siglo XIX y principios del XX,
cuando la compañía inglesa La Forestal Land, Timber and Railways Company
Limited, se instaló en el norte santafesino y extendió la extracción de madera
más allá de las fronteras de esta provincia, con lo cual el territorio de la
actual provincia del Chaco fue uno de los que más sufrió el impacto de esa
actividad.
Investigación y Textos: Gabriel Omar Rodríguez
Supervisión Técnica Honoraria: Juan Carlos Chebez
Supervisión Técnica Honoraria: Juan Carlos Chebez
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